jueves, 3 de abril de 2008

Edad Media I














La caída de Roma en el siglo V supuso para el mundo conocido ( hasta ese entonces), una suerte de cataclismo cultural de gigantescas proporciones, De alguna forma Roma se había erigido como el gran patriarca del mundo, un padre que a veces era castigador y a veces benévolo, un padre que entregaba una estructura, un orden, un esquema de como debía organizarse el mundo. La ausencia de este padre significó de alguna forma la entrada en un período de la historia que por muchos ha sido considerada como una época oscura y llena de confusiones, una etapa de la historia del hombre llena de hechicería, supersticiones, fanatismo religioso y por sobre todo mucho desorden. Esta época es la que todos conocemos como Edad Media y abarca un periodo de diez siglos, desde el siglo V hasta el siglo XV.

Del mundo clásico, de ese mundo pagano, plagado de dioses poderosos, mitos, filosofía y exquisito arte nos pasamos entonces a un mundo mucho más uniformado, en donde el cristianismo se posiciona como la religión predominante ( al menos en Europa)
La nueva etapa se estructura sobre la base de un sistema que conocemos como sociedad feudal, un sistema que se basaba en la relación de intercambio entre un señor poderoso y un grupo de vasallos, los cuales a cambio de protección y vivienda trabajaban los campos de este señor, garantizando buenos cultivos y su posterior comercialización o trueque en el mercado.

Surgen las primeras ordenes religiosas, hombres que buscan la vida contemplativa, la oración y la sabiduría. A estos hombres, se deben los primeros manuscritos ricamente decorados en donde se precisan con exquisito gusto todo tipo de temas: episodios del antiguo y nuevo testamento, las hazañas de los apóstoles, tratados filosóficos y de orden científico además de acontecimientos históricos. Se levantan los primeros monasterios y las primeras iglesias monumentales que imitan la estructura de la antigua basílica romana y que se transforman con el tiempo en las primeras catedrales de estilo románico. Este estilo fuerte, algo tosco y con distintas variantes, va a predominar en Europa hasta pasado el siglo X. Estas catedrales e iglesias son decoradas mediante la técnica del fresco y del mosaico, con motivos religiosos en donde el tema predominante es la imagen de Cristo redentor del universo, Cristo rey todopoderoso que gobierna el destino del mundo desde un trono magnífico. Aparece acompañado del tetramorfos, representación simbólica de los cuatro evangelistas, o también en compañía de los apóstoles o bien de santos y mártires locales y por supuesto también de la Virgen María. Los relieves también aparecen como una forma decorativa de estos espacios arquitectónicos. La ley del marco rige la organización de estas composiciones artísticas: Los artistas trabajan en los espacios disponibles, haciendo surgir figuras desde espacios mínimos y fuertemente delimitados, lo que hace que muchas veces estas figuras aparezcan como apretadas y encajadas casi a la fuerza. La forma de representación es simbólica, para nada realista, las figuras muchas veces aparecen desproporcionadas, con características inocentes o bien grotescas. Esto tiene una explicación muy sencilla y que de alguna forma también nos sirve para ilustrar el fuerte poder que tienen las imágenes desde las primeras etapas de la historia del hombre. El tema es simple: en aquel tiempo gran parte de la población era analfabeta a lo que hay que sumar que los libros eran prácticamente un lujo en ese entonces y que prácticamente solo eran leídos por unos pocos entre los que se contaban los mismos monjes o bien algunos poderosos. Los primeros patriarcas se preocuparon de que las iglesias se transformaran en el principal recinto de culto y también de aprendizaje del pensamiento cristiano medieval. Los muros de las catedrales debían ser como las páginas de un libro abierto, en las cuales los fieles “leyeran” a través de las imágenes la historia sagrada, garantizando de esa forma un vinculo indisoluble entre el fiel y la divinidad, al hacer visible la divinidad en medio de los hombres. Por este mismo motivo, es que la forma de representación es económica en recursos, lo que se busca es entregar un mensaje, claro y contundente y que por esencia contenga las grandes verdades del dogma cristiano. Así por mucho tiempo se podría decir que la imagen sustituyó casi por completo a la palabra escrita, lo que transforma a la Edad Media en el banco de imágenes sagradas mas rico de todos los tiempos.